Fuerza criminal vs Ejercito
Expertos en seguridad advierten que Colombia se encuentra en un punto crítico, donde la herencia criminal de las antiguas FARC se ha transformado en una lucha visceral por el control territorial. Alias Calarcá y Mordisco, dos de los líderes más sanguinarios de las disidencias, han intensificado sus operaciones en departamentos como Caquetá y Guaviare, sembrando el terror en las comunidades y desafiando la autoridad del Estado. La capacidad de respuesta de las fuerzas armadas, aunque significativa, se ve limitada por la complejidad del terreno, la movilidad de los grupos armados ilegales y la falta de inteligencia oportuna.
Esta dinámica ha generado un círculo vicioso de violencia, donde los atentados diarios se han convertido en la nueva normalidad para muchos colombianos. La población civil, atrapada en medio de este conflicto, sufre las consecuencias de los enfrentamientos, los desplazamientos forzados y la extorsión. La pregunta que flota en el aire es si Colombia podrá evitar repetir los horrores de las guerras de los carteles. Las similitudes son evidentes: el control de rutas del narcotráfico, la disputa por territorios estratégicos y la utilización de la violencia como herramienta de poder.
Sin embargo, existen factores diferenciadores, como la experiencia adquirida en la lucha contra el narcotráfico y la voluntad política de construir una paz duradera. La clave estará en fortalecer las instituciones, invertir en inteligencia, y sobre todo, en proteger a las comunidades más vulnerables. De lo contrario, el país corre el riesgo de retroceder décadas en términos de seguridad y desarrollo.