El Tren de Aragua, una de las organizaciones criminales transnacionales más temidas de Latinoamérica, ha extendido sus operaciones ilícitas hacia Bolivia, convirtiendo al país en un nuevo escenario de sus actividades delictivas. Aprovechando la porosa frontera con Brasil y la compleja geografía boliviana, esta poderosa organización ha establecido sólidas redes clandestinas que les permiten operar con relativa impunidad.
La presencia del Tren de Aragua en Bolivia representa una grave amenaza para la seguridad nacional, ya que ha convertido al país en una ruta estratégica para el tráfico de armas y personas. La organización criminal ha logrado infiltrarse en diversas regiones bolivianas, estableciendo alianzas con grupos locales y corrompiendo a funcionarios públicos para garantizar el flujo ininterrumpido de sus actividades ilícitas.

La trata de personas, especialmente de ciudadanos venezolanos que huyen de la profunda crisis humanitaria en su país, se ha convertido en una de las principales fuentes de ingresos del Tren de Aragua en Bolivia. La organización explota la vulnerabilidad de estas personas, sometiéndolas a condiciones de esclavitud y explotación laboral, mientras las utilizan como mano de obra barata en actividades criminales como la minería ilegal y el cultivo de coca. Además, el tráfico de armas ha experimentado un notable incremento en la región, con el Tren de Aragua como uno de los principales actores.
La organización criminal ha logrado introducir grandes cantidades de armamento de alto calibre en el país, lo que ha generado una escalada de violencia y ha debilitado las instituciones estatales. La presencia del Tren de Aragua en Bolivia representa un desafío sin precedentes para las fuerzas de seguridad del país, que enfrentan una organización criminal altamente adaptable y con una capacidad de adaptación sorprendente.