En Caracas los cementerios no solo albergan muertos, también son refugios para los vivos. Personas sin hogar, sin ayuda y abandonados por sus gobernantes, decidieron enterrar su existencia en fosas que deberían ser destinadas a cadáveres pero ahora son sus viviendas.
El Cementerio General del Sur, el más importante de Distrito Capital, es hoy una metrópolis con tumbas de puertas abiertas y caminos de espesa vegetación que conducen a panteones profanados, sepulcros corrompidos por alcohólicos, drogadictos, pero también por personas sin ingresos que incursionan en una vida sumida en miseria. Esta es una historia de Rosalí Hernández.